by Encuentro |
Esposos Ernesto y Marina PINTO |
¡Tiempo de reflexión! Este tiempo de semana santa, debemos de recordar lo que como cristianos realmente celebramos. No es la muerte de nuestro Señor Jesucristo si no su resurrección, ya que Él venció la muerte y todo comienza desde esa tumba vacía. El propósito de Dios se vio satisfecho con su muerte en la cruz, pero la victoria para nosotros es, que el último enemigo del ser humana - la muerte - está vencida.
Si revisamos la historia bíblica vemos que aquellos humildes pastores (Lucas 2:8-12)comienzan con gozo en sus corazones por la espera de ese niño que nacería en un humilde pesebre. ¡El Mesías ha llegado!
Pero ese gozo luego se convierte en tristeza, dolor y llanto al llegarse la hora en que nuestro Señor tendría que pasar por esa dura prueba, al poner su propia vida en lugar de la nuestra. Él lo dijo que iba voluntariamente a esa dolorosa tortura llamada Cruz. (Juan 10:18)
Durante esta fecha como cristianos preparamos nuestros corazones con reverencia y tiempo de reflexión en lo que nuestro amado Salvador hizo por cada uno de nosotros.
A través de las sagradas escrituras vemos como comienza el domingo de ramos o lo que conocemos como “La entrada triunfal de Jesús en Jerusalén”. Cuando leemos las escrituras podemos ver como una gran multitud le recibía con gozo y le aclamaba adorándole con palmas y danzas.
La semana santa comienza con alegría aunque en medio hay dolor pero también termina con alegría porque nuestro Señor venció la muerte con poder.
Jesús sabia que iba a ser entregado a los gentiles (Mateo 20:19)
Aunque no encontraban ninguna culpa en Él, los fariseos trataban de encontrarlo culpable(Mateo 22:15).
Estando reunidos en Galilea, Jesús les dijo: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres. Lo matarán, pero al tercer día resucitará.» Y los discípulos se entristecieron” (Mateo 17:22-23)
Él sabía quién estaba dispuesto en su corazón a traicionarlo y todos le preguntaban “¿Seré yo Señor?”
Antes de que el Señor fuese entregado, Él compartió la cena con sus discípulos y lavándoles los pies Él les preparaba para que siguieran su ejemplo (Juan 13: 1-38) y que hermoso mandamiento que nos dejo “Amaos como yo os he amado”.
Luego retirándose al monte de los olivos nos dice su palabra que Jesus se sintió triste, con miedo y sudando gotas de sangre elevó su voz al padre diciendo “Padre mío si es posible, aparta de mi este cáliz “pero que no se haga mi voluntad, si no la tuya” (Lucas 22:42)
Luego el día más triste: después de que fue calumniado, interrogado, azotado, cargando su propia cruz, fue llevado hacia el Gólgota en donde sería crucificado.
El profeta Isaías lo describe así: “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido.
Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. (Isaías 53:4,5)
Todo lo hizo por su propia voluntad para que usted y yo pudiésemos disfrutar del privilegio de ser reconciliados con Dios. “Yo he venido para que tenga vida y para que la tengan en abundancia” dijo Jesus.
Sigamos el relato después del Gólgota: El cuerpo de nuestro maestro yace sin vida allí en el sepulcro, sus amigos se reúnen a compartir el dolor pero se animan los unos a los otros al recordar que Jesús les había anunciado en varias ocasiones de su victoria sobre el pecado y la misma muerte.
Jesús sabia que su hora se acercaba, aunque vemos que la semana santa comienza con gozo, luego ese gozo se convirtió en dolor.
Jesús mostró su amor al Padre amándonos a nosotros, dando su vida por nosotros “Nadie ama tanto como él que da la vida por aquellos que ama” y él lo demostró.
Dios me dio el privilegio de viajar por Israel y en esa ocasión tuve la oportunidad de visitar muchos lugares que nuestro Salvador caminó con sus discípulos pero al recorrer por la “Vía Dolorosa” mis lagrimas se rodaron al imaginarme lo difícil que fue para nuestro Señor al caminar sobre esa elevada calle y aun tuvo que cargar esa pesada cruz. No pude más que darle las gracias por ese Sacrificio que hizo por que nos amaba tanto. Pero al mismo tiempo algo me decía: “Regocíjate ya que nuestro Salvador vive. El venció la muerte. La tumba esta vacía. ¡Aleluya!
Escuchen una reflexion de Marina Pinto: "La Via Dolorosa"
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