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Mario E. Fumero   Publicado el marzo 4, 2016

Hay cosas muy curiosas en las iglesias evangélicas de este milenio, sólo  necesitamos  ser un buen observador para descubrir que en los cultos modernos, no prevalece la espontaneidad, ni la expresión sincera de adoración, sino una actitud artística y pre fabricada, en donde prevalece más la imitación a los esquemas secular, que una adoración sencilla y bíblica.
La liturgia evangélica de hoy está muy lejos de ser igual a la de hace 30 años atrás, y mucho más lejos todavía al modelo del Nuevo Testamentario según las enseñanzas apostólicas (1 Tesalonicenses 5:11), porque la liturgia moderna ha desplazado a un segundo plano la esencia de la Palabra y del compartir entre los hermanos (1 Timoteo 4:13), para establecer como adoración la acción de unos cantantes que suben a la plataforma, previo ensayo, para dirigir y manipular a la congregación mediante instrumentos y coros entonados de forma artística, y con movimientos muchas veces aprendidos.
Lo primero que me llama la atención en este tipo de adoración moderna es que muchas veces el volumen de los equipos de sonido, de las guitarras y las baterías, son tal alto que ahogan la voz del pueblo en la expresión del cántico, que es en sí lo que podemos llamar alabanza. También se estila que los presentes tienen que hacer  y actual según indica el que preside. Todo está bien organizado y programado, a tal punto que no hay oportunidad dentro de la congregación para ningún tipo de expresión espontanea, de oración, testimonio, o de cánticos espirituales, y si no hubieran instrumentos, o se fueran al luz, no podrían cantar a capela, porque el corazón del devocional son los instrumentos y no la voz del pueblo (Efesios 5:19).
En la actualidad  los que forma el grupo musical se les llama “ministerio de adoración”, de manera tal que los músicos forman el ministerio de alabanza de la iglesia.  Esto carece de apoyo bíblico, a menos que acudamos al Antiguo Testamento. Esta liturgia se ha convertido un dogma dentro de las mayoría de las congregaciones, y no sólo se le enseña a dirigir la alabanza, sino a manipular a los allí presentes, ordenándoles que hagan esto o aquello de forma programada. Junto a este modelo de culto, se han introducido costumbres o expresiones que carecen de apoyo bíblico, como por ejemplo: el dar un grito de guerra, el repetir lo que dice el que dirige, el salta como canguro, el dar una vueltecita etc. Todo es tan fingido y  artístico, que no se sienten el genuino mover del Espíritu Santo, aunque sí se manipulan las emociones. Para colmo de lo anterior, muchos de los coros o himnos que se cantan actualmente, carecen de un contenido teológico bíblico correcto, y muchas veces se escucha expresiones incoherente y sin sentido.
Pero vayamos más a fondo. Si analizamos  las vidas de las personas que forman el ministerio de adoración o alabanza, encontraremos que mucho de ellos no viven una vida recta, porque su testimonio cristiano no es el correcto. El músico cristiano tiene que ser una persona consagrada, como son las demandas dadas para los diáconos (Hechos 6:3).  Sus vidas tienen que estar de acuerdo a los principios de la Palabra (1 Timoteo3:8-1), y deben tener un buen testimonio, tanto de los de adentro, como de los de afuera, sin embargo muchas veces estos adoradores viven una vida desordenada, y sólo están al frente por el talento que tienen, y no por la vida que vive. Una vez un joven me confesó que solo iba al culto para poder tocar la batería, si le quitaban de la batería, se iba de la iglesia.
Cuando voy a las iglesias, observó la actitud de los músicos que presiden el devocional. ¿Saben que he descubierto? Que la mayoría de ellos, cuando terminan la primera parte del culto, y llega la parte del mensaje, se salen del culto para refrescarse y distraerse, porque terminaron sus actuaciones. Lo correcto sería que estos adoradores formarán parte de la congregación, y por testimonio cristiano, ocuparán los primeros puestos en el auditorio, porque el escuchar la Palabra de Dios que es la parte más importante del culto. Pero como la adoración se ha convertido en una manipulación artística, en vez de una dirección espiritual, entonces, terminado el espectáculo, nos vamos. No quiero generalizar, porque sí hay algunos que son verdaderos siervos de Jesucristo, que ponen su talento al servicio del Señor.
Todos estos fenómenos forman parte de la liturgia moderna dentro de la iglesia evangélica, y tristemente, han desplazado a otros muchos elementos edificantes dentro de los cultos (1 Corintios 14:3, 31. 1 Tesaloniceses5:11)los cuales hemos perdido y convertido la reunión de la iglesia en un simple espectáculo que entretiene, pero no transforma.

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