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Mario E. Fumero

   por unidoscontralaapostasia
No podemos negar que las moda y la forma de nuestras costumbres en casi todas las áreas del diario vivir son determinadas por la publicidad. Comemos, compramos y vestimos de acuerdo a la propaganda que difunden los medios de comunicación. Estos gastan millones en publicidad, la cual es preparada psicológicamente, para inducir a los espectadores o lectores a consumir aquello que las empresas promueven, si no fuera así, no invertirían millones en anuncios.
            Persuadir, imponer, modelar o programar las mentes de las personas es la técnica del marketing. Hay diversas estrategias para obtener el efecto deseado. Se puede acudir a técnicas psicológica, por medio de mensajes subliminales, e introducir el engaño sutil con mentiras envueltas de medias verdades. Algunos acuden al chantaje y le mentira para presionar a las personas a usar o consumir determinado producto. El promover un producto, además de ser todo un arte, actualmente es una técnica persuasiva que se ha perfeccionado a límites inimaginable. Esto induce al consumidor a realizar acciones absurdas,  creando un fenómeno que trata de forjar una falsa felicidad a través del tener para ser.
            Respecto a la vida cristiana y la doctrina de santidad, no podemos obviar el hecho de que todas están tendencia de marketing y consumismo ha afectado la vida espiritual de millones de cristianos, y es uno de los elementos que ha ayudado a que el mundo, y sus costumbres inunden las iglesias, razón por lo cual no podemos ignorar que el modernismo, con su esquema publicitario, a socavado los valores tradicionales del  cristianismo, y por lo tanto, debemos hacer un análisis reflexivo serio a esta realidad.

ALIMENTANDO LOS DESEOS DE LA CARNE

      La naturaleza humana, viciada por la caída, trae dentro de si una tendencia pecaminosa, como ya señalamos, y esto ha forjado cualidades negativas que influyen en nuestro comportamiento. Entre ellos se encuentra la soberbia la cual engendra  “hijos” tales como la envidia, la codicia y la vanidad, este últimos, latente en todos los seres humanos, y que debe ser controlado por el décimo mandamiento que regula los deseos pecaminoso de la carne y que dice; “No codiciarásm la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo”. (Éxodo 20:17)[1].
      ¿Cuáles son los deseos carnales? El tener, el ser superior a otros, el llamar la atención, el acomodarnos, el presumir, el tener poder, la falsa apariencia etc. Todos estos deseos son alimentados por medio de la publicidad,  que impone modas o estilos de conducta que muchas veces afectan la vida cristiana. Comenzaremos a describir como opera este esquema y cuales son sus consecuencias. Para ello hablaremos del primer pecado de la carne que socava los valores fundamentales, para abrir la puerta a las costumbres que definimos como “mundanas” y son los deseos de poder y riquezas. Esta se perfila como una teología dentro de la Iglesia la cual le han dado por llamar “teología de la prosperidad” y que yo llamaría mejor  “teología de la ambición”.

EL CULTO A LA APARIENCIA

            El Culto al cuerpo es un fenómeno moderno en crecimiento. Mientras aumenta la obesidad mediante el uso de “comida basura”, se trata de explotar la apariencia física, proclamando una filosofía de naturalismos que proclama una vida sana, muchas veces a  base de mentiras: Cremas que quitan la grasa, las arrugas y rejuveneces, medicamentos que disuelven el colesterol, fajas o tratamiento que te dan una figura espelta, productos mágicos que adelgazan etc. Incluso predicadores del “evangelio de fantasía” de ofrecen pan, pastillas o aceites ungidos que pueden ayudarte a verte “hermoso y atractivo”. Explotar o manipular  la apariencia externa es una forma más de lucro, lo que da paso a la vanidad, que es el lado débil de todo ser humano. Cuidamos tanto nuestro cuerpo mortal y debido a ello descuidamos el espíritu,  cayendo en ansiedad y  aflicción cuando encontramos los efectos contrarios. Nadie se quiere aceptar tal como es, ni tampoco quiere morirse. Buscamos desesperadamente la fuente de la juventud eterna, o el mensaje de “superman”. Es debido a ello que se ofrecen alternativas y promesas mentirosas, tales como “no existe la enfermedad”  “toda enfermedad es del diablo” “Se puede dejar de sufrir” “Donde hay fe no existe ningún mal, solo prosperidad”   “En la mente esta el poder para ser sanos y ricos”  y otras muchas consignas mentirosas emanadas de la filosofía diabólica de la Nueva Era.
      La Biblia da como natural los problemas, las enfermedades y la muerte. Pablo afirma:“quien enferma y yo no enfermo”  “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” Romanos 8:35-39.
No vivamos conforme a los deseos de la carne, sino busquemos seguir la santidad, sin la cual nadie vera el Señor.

 [1] – Ver tambien  Ro. 7.7; 13.9

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