Vivimos un nacional catolicismo impuesto. Ahora ¿asistimos a su reemplazo por este nacionalismo de la “religión laica” de la bandera de colores? 28 DE JUNIO DE 2015 23:00 h
La bandera arco iris cuelga del Ayuntamiento de Madrid (Plaza de Cibeles) / Tele5 Este fin de semana muchas sedes de organismos públicos (entre ellos algunos tan destacados, y de distinto signo político, como las del Ayuntamiento y Comunidad de Madrid) han colgado la bandera arco iris del orgullo gay en sus fachadas. No vamos a abordar, y por lo tanto pedimos que no se desvíe por este cauce el pensamiento ni el debate, la cuestión ética de la práctica de relaciones homosexuales. Pero sí queremos tratar el uso de un emblema ideológico concreto en un espacio que corresponde a todos los ciudadanos.
Nosotros, y con nosotros creemos que el conjunto de los evangélicos españoles, defendemos que los espacios institucionales no tengan símbolos religiosos, excepto cuando sea de un claro interés y valor cultural. Entonces, ¿por qué usar la bandera que define un movimiento concreto para lograr todo tipo de derechos para las personas homosexuales en ese espacio público, cuando muchos ciudadanos no coinciden o no se sienten representados con el conjunto o con parte de lo que persigue este tipo de ideología? ¿Porque siguen siendo discriminados? Sin duda cualquier discriminación real que se produzca es condenable. Pero más discriminación sufre un estudiante evangélico que expone sus creencias en nuestro actual sistema educativo.
¿Porque en el mundo existen aún países donde se castiga la práctica homosexual? Estamos totalmente en contra de esta situación, pero sin ninguna duda mucha más persecución sufren los cristianos en el mundo. ¿Porque existen aún logros que el colectivo del arco iris entiende que aún no ha logrado y querría conseguir?
Los cristianos evangélicos esperamos aún que haya un personaje positivo que sea evangélico en alguna serie de la televisión pública o privada en España. O que dejen de decir los medios “misa protestante” (equivale a decir “sinagoga musulmana”). O que los partidos políticos lleven a la práctica funerales de Estado por nuestros muertos que no sean funerales católicos. O que los pastores jubilados que no tienen pensión -por impedirlo en su día el franquismo- puedan tenerla (sí la tienen ya el resto de colectivos, incluidos homosexuales, en las mismas circunstancias). La bandera arco iris se quiere convertir –se está convirtiendo- en emblema público, ocupando un espacio que sólo corresponde a los símbolos en el que todos estamos de acuerdo, nos unen y representan.
Si antes vivíamos un nacional-catolicismo impuesto al conjunto de la sociedad, fuesen cuales fuesen sus creencias, ¿no estaremos asistiendo a su reemplazo por este nacionalismo de la “religión laica” que usa el emblema de la bandera de colores? Una última pregunta para meditar. Hace poco se realizó una sonora pitada pública a la bandera española en la final de la Copa del Rey de fútbol, y nada ha pasado. ¿Qué ocurriría a quienes silbasen esta bandera gay? No vamos a ser nosotros, desde luego, pero si alguien lo hace ¿qué le ocurriría? Piénsenlo.
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