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Jesús Rosales Valladares*
Politólogo


En la realidad existen suegras maravillosas, dulces, agradables, simpáticas, que se sienten felices con las nueras y yernos, con esas personas especiales que sus hijos han elegido, que respetan los límites de manera saludable, que apoyan las decisiones y comportamientos que definen sus hijos con sus respectivos cónyuges, que se mantienen cerca pero con una distancia apropiada y prudente.

Pero todos sabemos que también existen suegras que no son tan dulces y agradables, que interfieren y entorpecen, que pretenden imponer y conducir, directa o indirectamente, las riendas del hogar de sus hijos. Estas son suegras amargadas, criticonas, entrometidas y manipuladoras. Que las hay, es cierto que las hay, pero sus comportamientos y actitudes, así como la afectación que producen en la vida de sus hijos y en sus hogares no va a desaparecer mágicamente con solo confrontarlas, distanciarlas y “declararles la guerra”.

No se debe olvidar que, en los casos en que no exista una buena relación con la suegra, el cónyuge estará colocado en una posición muy incómoda entre su pareja y su madre, y esa situación de tensión en el hogar tenderá a aumentar continuamente y a producir un paulatino y gradual deterioro del vínculo y de la convivencia familiar.

En estos casos, lo recomendable es hacer una serie de cosas que devuelvan la paz al hogar, que posibilite una relación apropiada y saludable, sabiendo que el objetivo, en última instancia es mantener el vínculo protegido y en armonía con su pareja.


Empezar por los propios sentimientos

Antes de todo, se debe empezar por revisar y trabajar los propios sentimientos hacia la suegra. Hay que procurar ponerse en el lugar de ella y tratar de entender de dónde vienen sus juicios, opiniones o comportamientos. Hay que descartar también cualquier prejuicio hacia ella, y no indisponerse anticipadamente por lo que se puede considerar una intromisión o involucramiento excesivos. No hay que olvidar que la suegra es una persona muy importante para el cónyuge y, al serlo, no se puede simplemente desplazar, desconocer y confrontar.


Procurar una relación amistosa

Aunque la relación con la suegra no sea buena, y no le resulte simpática y agradable, debe de procurar una necesaria vinculación amistosa y respetuosa. El cónyuge verá así el esfuerzo de su pareja por acercarse a su madre y una disposición por llevarse bien con ella. No se trata de “aparentar” una simpatía inexistente, sino de tratar genuinamente de llevarse bien con la suegra, a pesar de que de modo natural no nazca una necesidad o deseo de compartir con ella.



Ser educado: una pauta de comportamiento

Relacionarse con una suegra negativa no es fácil. Pero en todo momento se debe mantener la serenidad y la prudencia. Ser educado no implica aguantar la crítica, las descalificaciones infundadas y los intentos por desplazar las decisiones con que muchas veces actúan este tipo de suegras. Se trata de saber cuándo y cómo hablar, cómo señalar los errores de la suegra de modo inteligente y sereno, acompañar las observaciones con palabras amables y cordiales, haciendo mención igualmente de los aciertos y buenas intenciones que muchas veces hay detrás de esos comportamientos y juicios. No se debe hablar mal de la suegra delante del cónyuge porque aún con razón, se sentirá dolido y afectado; ni tampoco hablar mal del cónyuge con la suegra porque esto más bien aumentará la tensión y una toma de posición más defensiva y/o agresiva.

De vez en cuando también es importante incorporar el humor frente a una crítica emitida por la suegra, esto relaja y desvía el eventual ataque.



La afirmación positiva y el elogio

Algo que resulta muy favorable es dedicarle a la suegra algunas palabras y comentarios positivos sobre lo que ha dicho o hecho en temas o circunstancias específicas. Esto hace que ella se sienta reconocida y aceptada. Esta valoración positiva debe ser hecha con sinceridad y los elogios deben ser oportunos y particulares, dirigidos a ella directamente o frente a otros miembros de la familia, especialmente de la pareja. Aún en casos donde la relación se ha caracterizado por cierta distancia y tensión, un elogio ocasional agrada y muestra una posición de objetividad y deseo de desarrollar una convivencia armoniosa y cordial.



Amabilidad y deseo por conocer a la suegra

Si la relación con la suegra ha sido difícil y aún conflictiva no es tarde para procurar establecer una comunicación más cordial y amable. Ya sea aprovechando eventuales visitas a su casa o invitándola a compartir momentos familiares en el propio hogar, resulta provechoso tomar un tiempo para conversar con la suegra, para conocerla más, pedirle su opinión frente a algún asunto en particular, mostrando interés por saber cómo se siente, cómo tuvo que enfrentar sus propias decisiones familiares, y pedirle consejo.

Ese espacio para compartir con la suegra, o una llamada para saber cómo se encuentra, puede representar un gesto de interés y de que se valoran sus opiniones y posiciones. Manejarlas con prudencia y sinceridad es algo que puede posibilitar espacios para compartir y desarrollar un mejor y mayor entendimiento.

Esos gestos pueden ser acompañados de un detalle o regalo que se le lleve y que le indique que hay interés por complacerla y hacerla sentir bien. La nuera o el yerno le harán sentir que es importante y que han tomado tiempo y esfuerzo pensando en ella.



Aclarar los malos entendidos

Ahora bien, existen momentos en donde las suegras pasan la línea e ingresan al ámbito del hogar de sus hijos y de sus yernos o nueras. Es tiempo de sentarse con sabiduría, amabilidad y firmeza. Expresar que en aspectos de crianza de los nietos, de formas de administrar y decorar la casa, de vestirse ellos o sus nietos, o decidir vacaciones u otros asuntos domésticos, no debe ella interferir ni criticar.

Son ámbitos que le pertenecen al hogar de sus hijos y no al de ella. Hay que hablar con la suegra directamente, verla a los ojos y aclarar los malos entendidos, con respeto y cortesía, pero con firmeza y decisión.

La suegra debe saber que se le agradece su preocupación y sus “buenas intenciones”, pero que no le corresponde involucrarse más allá de lo debido. Ella debe de aprender a respetar las fronteras del hogar de sus hijos.



Conversar con la pareja

Es importante conversar con el cónyuge sobre la situación que enfrentan con su difícil suegra. Recordar que es la madre de su pareja, que la ama y que no es esperable que asuma una posición a favor o en contra de dos personas que ama y que no quisiera ver confrontadas.

Se debe dialogar sobre los aspectos puntuales que afectan la convivencia a partir de las opiniones o comportamientos de la suegra. Hablar de los hechos y no tanto referirse a la persona, a calificarla, o estigmatizarla.

Hay que transmitir el deseo y la comprensión de que el cónyuge pase tiempo con su madre sin que la pareja sienta esto como amenaza o competencia. Es un tiempo necesario y hasta saludable, pero debe aclararse que tampoco es conveniente abusar de ese tiempo por el bien de todos los miembros de la familia.

La suegra siempre verá a sus hijos de una manera especial y diferente a como observan a sus yernos y nueras; esto no es nada personal, es absolutamente natural. Tampoco es de extrañar que la suegra piense que nadie es suficientemente merecedor de su hijo o hija, y verá, de alguna forma, las áreas grises de sus yernos y nueras.

Pero hay que evitar la confrontación y el conflicto, no se trata de competir con la suegra por el cariño del cónyuge. Se debe procurar no hablar mal de la abuela con sus hijos, y no incluirlos a ellos en la tensión de las relaciones difíciles cuando éstas se producen.

Es conveniente lograr el balance ente “una distancia saludable con una cercanía necesaria”. La suegra no debe convivir con la familia de su hijo o hija, porque esto puede aumentar los niveles de discrepancia y confrontación; pero siempre debe haber espacios para compartir y desarrollar un diálogo constante, constructivo y positivo con la suegra.

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